Si unir a la oposición y encarnar una visión de Estado —lo propio de quien aspira a calzarse la banda presidencial— no son motivos suficientes, ojalá que al menos un elemental sentido estratégico conduzca a los principales candidatos de las derechas a concluir esta dinámica nociva. Ella atenta contra el cambio de rumbo que Chile necesita y ambos prometen.
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Señor Director: Aunque las elecciones solo se definen una vez que se cuentan los votos, todo indica que el próximo gobierno será encabezado por un referente de la actual oposición. En concreto, y de no mediar una sorpresa mayúscula, el 11 de marzo de 2026 llegará a La Moneda o José Antonio Kast o Evelyn Matthei. Luego, un mínimo de responsabilidad y sentido patriótico exige que ambos realicen el mayor esfuerzo posible por favorecer desde ya las condiciones de la futura (y esquiva) gobernabilidad. Sin embargo, lo ocurrido en los últimos días apunta en sentido contrario. Mientras Matthei ha sido incapaz de explicitar su apoyo a Kast de cara a una hipotética segunda vuelta, el candidato republicano ayer validó una retórica que dispara al voleo respecto de quienes han trabajado en el aparato estatal (“parásitos”). Si unir a la oposición y encarnar una visión de Estado —lo propio de quien aspira a calzarse la banda presidencial— no son motivos suficientes, ojalá que al menos un elemental sentido estratégico conduzca a los principales candidatos de las derechas a concluir esta dinámica nociva. Ella atenta contra el cambio de rumbo que Chile necesita y ambos prometen.