Desde luego, nada impide a sus partidarios hablar de buena muerte, muerte digna o recordar las condiciones, requisitos o plazos fijados en tal o cual país para solicitarla (plazos cuya arbitrariedad no deja de sorprender: aquí 15 días, allá 90, y así). Esa retórica, sin embargo, tampoco impide reconocer que la eutanasia consiste en un acto orientado de modo directo a terminar con la vida de un paciente.
%20(1).png&w=1200&q=75)
Señor Director:
Agradezco la respuesta del doctor Aguayo a mi columna publicada el lunes y coincido con él en la necesidad de "no tergiversar el sentido de las palabras". Por lo mismo, es fundamental describir de modo riguroso, sin eufemismos de ningún tipo, en qué consiste la eutanasia. Desde luego, nada impide a sus partidarios hablar de buena muerte, muerte digna o recordar las condiciones, requisitos o plazos fijados en tal o cual país para solicitarla (plazos cuya arbitrariedad no deja de sorprender: aquí 15 días, allá 90, y así). Esa retórica, sin embargo, tampoco impide reconocer que la eutanasia consiste en un acto orientado de modo directo a terminar con la vida de un paciente. En rigor, su propósito inmediato es destruir intencionalmente su vida. De lo contrario, no se entiende la insistencia en legislar al respecto: para rechazar el encarnizamiento terapéutico (lo cual es justo y necesario) no se requieren nuevas leyes.
Por otro lado, basta googlear algunos minutos para encontrarse con documentados reportajes de prensa referidos a personas que han recibido de forma reiterada la oferta de eutanasia. Como decía una de ellas, Heather Hancock (New York Post), esta "te hace sentir menos humano". Ignorar la evidencia sobre estas presiones demuestra, en palabras del doctor Aguayo, muy "poca empatía".