La pregunta que surge ante el claro posicionamiento de Michelle Bachelet como alternativa para las próximas presidenciales, es cómo gobernaría en un eventual tercer mandato. Aunque hay varias líneas posibles de análisis, cabe comenzar teniendo en cuenta sus deseos de mantener unido al progresismo: Michelle Bachelet sin lugar a duda gobernaría con el Partido Comunista.
“No es perfecta, pero se acerca a lo que yo siempre soñé”. Así describió la ex Presidenta Michelle Bachelet la propuesta de la fallida Convención Constitucional, que en pocos días cumple dos años de haber sido masivamente rechazada en todas las comunas y regiones de Chile, con especial fuerza en zonas rurales y populares. Si fuera por la ex Mandataria, hoy estaríamos gobernados por una Constitución de índole autoritaria no menos peligrosa que la ultraderecha que ella suele denunciar con tanto ahínco. Una Constitución que abría la puerta para la concentración del poder y todos los vicios institucionales que han conducido a otros países latinoamericanos a la debacle. Una Constitución que nos condenaba a años (o décadas) de inestabilidad política.
La pregunta que surge ante el claro posicionamiento de Michelle Bachelet como alternativa para las próximas presidenciales, es cómo gobernaría en un eventual tercer mandato. Aunque hay varias líneas posibles de análisis, cabe comenzar teniendo en cuenta sus deseos de mantener unido al progresismo: Michelle Bachelet sin lugar a duda gobernaría con el Partido Comunista. Recordemos que fue ella quien le dio al comunismo un nuevo aire y le permitió ingresar a su coalición después de décadas fuera.
Considerando sus declaraciones respecto de lo que ocurre con Venezuela, ¿cómo gobernar entonces con Lautaro Carmona o Bárbara Figueroa, férreos defensores del régimen de Maduro? Ante la inquietud de la ex Presidenta por el destino de nuestras democracias, ¿cómo gobernar con políticos como Hugo Gutiérrez, que le rinden pleitesía incluso a la dictadura de Corea del Norte? Frente a la preocupación de Michelle Bachelet por la confianza en las instituciones, ¿cómo gobernar con quienes acusan una persecución del Estado en contra de Daniel Jadue? La legitimidad que hasta hace poco tenía por defecto asignada el PC chileno por la represión sufrida durante la dictadura se ha visto progresivamente cuestionada ante la evidente contradicción de esos discursos y el esfuerzo por justificar las únicas dictaduras de América Latina: además de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Cabe señalar, además, que el gobierno de Bachelet no sería el regreso de la Concertación ni de la Nueva Mayoría, sino que la continuación del proyecto frenteamplista. Ella es más Gabriel Boric que Ricardo Lagos; más cercana a Giorgio Jackson que a Eduardo Frei; más amiga de las ideas de Camila Vallejo que de las de Patricio Aylwin. No hay que confundirse. Detrás de su potencial regreso no está la vuelta a la política de los consensos de los 90 y 2000 sino la continuación del proceso de cambios en que nos embarcó en su segundo gobierno y en el que nos quiso embarcar el Frente Amplio; de ese intento por “meter inestabilidad” al país de la que hablaban algunos dirigentes de la coalición antes de llegar al gobierno. Una agenda cuestionada severamente en el plebiscito del 4 de septiembre y que nadie hasta ahora se ha puesto a revisar en detalle. ¿Qué proyecto político quedó después de esa derrota?
La administración de Boric ha andado perdida entre otras cosas porque ató su suerte al resultado de ese plebiscito; una parte importante de su programa de gobierno dependía de una nueva Constitución. Sin embargo, no quepa duda de que, a la primera oportunidad, intentarán retomar todas y cada una de las ideas que aparecían en ese texto. El mismo Boric lo confirmó poco después del plebiscito: “No puedes ir más rápido que tu gente”. Dicho de otro modo, las ideas no eran malas ni peligrosas, la estrategia fue la equivocada.
La aparición de Bachelet es la esperanza de la izquierda para recuperar el aire e impulsar de nuevo todas esas “transformaciones”. Sin embargo, el capital político y el evidente carisma de Bachelet no alcanzan para lograr los consensos que requerimos para resolver nuestras crisis. Si corre y gana la ex Presidenta seguiremos bailando al ritmo de una izquierda confundida y sin prioridades, que nos habla de seguridad, pero que puertas adentro sigue reviviendo la épica del estallido; que anhela plurinacionalidad y ser un país nórdico al mismo tiempo; que intenta decir algo sobre migración y delincuencia, pero sólo aparecen murmullos, silencio y contradicciones. Bachelet es simplemente un destello en medio de una tremenda oscuridad, y la izquierda haría bien en saberlo.