Opinión
La ola de Johannes

Existe una alta posibilidad de que el fenómeno Kaiser sea una gran ola: si se resiste, terminará pasando. Pero si se mantiene, cambiará los parámetros de la derecha actual en medidas incalculables al hacer crecer al lote más “duro”.

La ola de Johannes

Aunque es un fenómeno relativamente nuevo, el nombre de Johannes Kaiser viene apareciendo en las encuestas hace más de un año. Su estilo directo, su irreverencia y su habilidad para debatir contra lo políticamente correcto lo han catapultado como un posible candidato presidencial. Hace pocos días, el Monitor de Liderazgos Políticos de Datavoz lo posicionó en el primer lugar de menciones espontáneas sobre liderazgos positivos, superando por cuatro puntos a Evelyn Matthei. Y la encuesta Cadem de hace algunas semanas lo ubicó arriba de José Antonio Kast. De esa manera, siguiendo de cerca el fenómeno Milei, Kaiser aspira a dar el batacazo en las elecciones presidenciales o, al menos, obtener un escaño en el Senado. 

Todas las señales mencionadas invitan a reflexionar sobre su ascenso. Hasta ahora, si bien lo que ha alcanzado es insuficiente para dirigir un gobierno, no conviene restarle méritos ni ignorar las razones que pueden explicar su posicionamiento. Su buena puntuación en las preferencias le ha permitido formar una fuerza relativamente importante, que reúne a varias figuras problemáticas pero muy votadas, entre ellas Gonzalo de la Carrera, Leonidas Romero y Gloria Naveillán. Su Partido Nacional Libertario, antes un canal de YouTube, hoy está constituido en la mayoría de las regiones de Chile. Con una base de 22.538 de militantes ya supera al Partido Republicano, el Social Cristiano o Evópoli. Por otro lado, su candidatura cuenta también con una batería mediática que recibe de sus hermanos, Axel y Vanessa, quienes influyen en una gran cantidad de jóvenes. 

En este contexto, gran parte del ascenso de Kaiser se debe a la conocida estrategia de posicionarse como una derecha más a la derecha. Johannes preparó el terreno cuando, en el segundo proceso constituyente, se distanció del Partido Republicano. Sabía que si apoyaba la nueva Constitución, perdería apoyo. De esa manera, mientras Republicanos transó algunas cosas, Kaiser se inclinó rápidamente por el “En contra». Con esa jugada, y pese al cambio de posición -en un principio estaba por el “A favor”-, logró apropiarse de la “consecuencia” que el Partido Republicano y José Antonio Kast perdieron ante su electorado más duro. Kaiser tomó en ese momento la batuta de estos grupos, y Kast pasó a ser tildado de “globalista”. Lo paradójico sería que, si ambas fuerzas siguen creciendo, probablemente se unirán en el Congreso como un bloque alternativo a la derecha tradicional.

En esa línea, el auge de Kaiser tampoco puede entenderse sin observar el tipo de seguidores que lo respaldan. El posible candidato presidencial representa un movimiento leal, pero dogmático y confrontacional que viene creciendo hace años: el libertarianismo. Estos grupos numerosos y ajenos a los partidos políticos, se han desarrollado en nuestro país incluso antes que en Argentina, y aunque en su momento algunos apoyaron a Republicanos, la mayoría los abandonó tras el Consejo Constitucional. Por eso, Kaiser corre el riesgo de convertirse en una especie de rehén, pues siempre se verá obligado a mantener su línea dura para no perderlos. Los libertarios, en efecto, son ruidosos y activos, más leales a su ideología que a cualquier liderazgo. Apenas adopte alguna postura más intervencionista en un hipotético gobierno suyo o de la centroderecha, una parte de su base lo denunciará y castigará.

En resumen, ¿es posible gobernar Chile con la intransigencia característica de Johannes Kaiser? Es muy difícil. Incluso Javier Milei, un posible ejemplo de ese estilo, ha tenido que pactar tanto con la derecha tradicional como con la izquierda para gobernar. ¿Tiene Kaiser un liderazgo sólido dentro de su partido? Por ahora, su jefatura se basa en cimientos políticos débiles. En su colectividad convergen liderazgos que, ante una caída en las encuestas o medidas impopulares, probablemente lo abandonarán. ¿Cuenta con apoyo interno? Aunque su base es dogmática y exigente, es difícil mantenerla frente a los vaivenes de la política y el poder. A pesar de todo, la derecha no debe subestimarlo. Ya se ha visto cómo los liderazgos contingentes pueden dar sorpresas, aunque luego se desinflen. En ese sentido, existe una alta posibilidad de que el fenómeno Kaiser sea una gran ola: si se resiste, terminará pasando. Pero si se mantiene, cambiará los parámetros de la derecha actual en medidas incalculables al hacer crecer al lote más “duro”. No es claro qué harán Chile Vamos ni Republicanos al respecto, pero lo único cierto es que no podrán hacer caso omiso eternamente de esta irrupción.



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