Uno de los temas más discutidos en el último tiempo en Chile ha sido el denominado auge de la “ultraderecha”. Al respecto, el equipo del IES ha analizado de forma crítica este concepto a través de diversas instancias, como medios de comunicación y seminarios. 

Así, por ejemplo, el subdirector de desarrollo del IES, Pablo Valderrama, publicó en El Líbero la columna “Frei y la ultraderecha”, que cuestiona la lectura del progresismo que interpretó la foto entre Eduardo Frei y José Antonio Kast como una claudicación democrática del expresidente. En esa línea, el autor sostiene que esa acusación descansa en un uso impreciso del concepto de “ultraderecha”, especialmente influida en Chile por el marco teórico del politólogo Cristóbal Rovira, que carece de criterios claros para distinguir las distintas corrientes que intenta clasificar. Valderrama próximamente publicará un “Claves para el debate” donde profundiza este tema.

Por su parte, en "Complemento, no rendición (respuesta a Matamala y Sajuria)", que se publicó en La Tercera, Claudio Alvarado critica la idea de que la centroderecha democrática estuviera “rindiéndose” o “capitulando” ante la nueva derecha de José Antonio Kast, y rechaza la caricatura del presidente electo como un integrista incompatible con la democracia. Así, subraya que el conservadurismo no es en sí antidemocrático, que la intolerancia al disenso de ciertos sectores progresistas sí puede serlo, y que las derechas combinan, en distintas proporciones, elementos liberales y conservadores.

Asimismo, en una carta a El Mercurio firmada por varios centros de estudio -entre ellos el IES- se cuestiona la estrategia del oficialismo de presentar a José Antonio Kast como “ultraderecha” y como una amenaza a la democracia, y llama a la izquierda a una mayor autocrítica si realmente busca resguardar el orden democrático.

Tras analizar el resultado de las elecciones, Pablo Ortúzar, en su columna de La Tercera, afirma que, a juzgar por el discurso de Kast, su programa y el triunfo democrático histórico, la amenaza de la ultraderecha queda totalmente desacreditada. En la misma línea, Claudio Alvarado en La Segunda asegura que Kast logró imponerse pese a la frecuente categorización como “ultraderecha” que hizo la izquierda.

Por su parte, en el programa “De esto se habla”, de radio ADN y El País, Claudio Alvarado afirmó que se ha hecho una caricatura del concepto de ultraderecha, y que uno de los puntos ciegos del progresismo actual es igualar conservadurismo con “ultra”, en circunstancias que las posturas conservadoras son tan legítimas como las progresistas desde la perspectiva de su expresión en el debate público.

En una reciente columna, Pablo Ortúzar ejemplifica cómo la academia -particularmente la ligada a las ciencias sociales- se deja llevar por agendas políticas y sociales, una de las cuales es el debate sobre la “ultraderecha”, declarando que, si bien es poco riguroso presentar a Kast como “un caso Trump” o “un caso Orbán”, hacerlo es atractivo a escala global. 

De igual forma, en su reseña del libro de Daniel Matamala Cómo destruir una democracia, Asunción Poblete cuestiona el uso expansivo del concepto de ultraderecha en el texto, mostrando cómo el autor agrupa bajo una misma etiqueta a liderazgos muy distintos, e intenta explicar su ascenso más por emociones irracionales que por demandas políticas reales. Según Asunción Poblete, este marco tiende a patologizar al electorado y a simplificar fenómenos complejos, especialmente en los casos de Trump y Milei, diluyendo diferencias clave entre caudillismo, personalismo y autoritarismo. 

En materia de encuentros, el IES participó del seminario organizado junto a Nodo XXI y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile “Crisis de la Democracia. Escenario global y desafíos en Chile”, en el que también se abordó el concepto de ultraderecha.

Más recientemente, Claudio Alvarado publicó en La Segunda la columna “Ultraliviandad”, donde critica el uso indiscriminado del concepto de “ultraderecha” en el debate público chileno, mostrando cómo se ha convertido en una etiqueta descalificadora más que en una categoría analítica. El texto sostiene asimismo que confundir conservadurismo o inspiración cristiana con extremismo empobrece el debate democrático, y advierte que esa retórica ignora el verdadero rasgo extremo en la política reciente, que es la legitimación de la violencia como método de acción.