Opinión
Moderación: señales contradictorias

No se trata de negar que las grandes mayorías hayan dado en las últimas elecciones la señal de una demanda de mesura y prudencia. Por lo demás, esto coincide con el largo reclamo de una política capaz de llegar a acuerdos en materias relevantes (aunque implique ceder), así como con una sensación de cansancio luego de tanta estridencia, emplazamiento y exceso. Pero sí parece importante recordar que la ciudadanía hoy da señales contradictorias.

Moderación: señales contradictorias

Esta semana arrancó con la –para muchos inquietante– irrupción del diputado Johannes Kaiser como alternativa para la carrera presidencial del próximo año. En la encuesta Pulso Ciudadano alcanzó de hecho el cuarto lugar, llegando al 8% de las menciones. Las encuestas no son siempre pronósticos certeros y otros estudios disponibles cuestionan la cifra exacta, pero es evidente que, puntos más o menos, Kaiser se empieza a instalar en el panorama político nacional. Y esto es en algún sentido sorprendente, sobre todo a la luz de una de las grandes conclusiones de las últimas elecciones: el supuesto triunfo de la moderación.

La hipótesis es por cierto pertinente. El tipo de candidatos electos y los partidos que salieron fortalecidos permiten sostener que los discursos polarizantes fueron desechados; o que al menos gozan hoy de peor salud. Pero, si acaso esto es cierto, ¿qué explica que, a la semana siguiente de la segunda vuelta de gobernadores, la figura política que aparece en escena sea alguien como el diputado Kaiser y no, por ejemplo, Claudio Orrego? En todo caso, incluso sin la irrupción de Kaiser, esta tesis podía ser tensionada. Rodrigo Mundaca, por ejemplo, quien ganó con un inesperado 62% la gobernación de Valparaíso no calza muy fácilmente con la etiqueta y tampoco lo hace el nuevo alcalde de Puente Alto, Matías Toledo. Al mismo tiempo, aunque hayan frustrado sus propias expectativas, el Partido Republicano creció de modo significativo y se volvió una estructura de alcance nacional. A menor escala, el despliegue del Partido Social Cristiano y su triunfo en Concepción lo ubica también como una fuerza digna de mayor análisis

No se trata de negar que las grandes mayorías hayan dado en las últimas elecciones la señal de una demanda de mesura y prudencia. Por lo demás, esto coincide con el largo reclamo de una política capaz de llegar a acuerdos en materias relevantes (aunque implique ceder), así como con una sensación de cansancio luego de tanta estridencia, emplazamiento y exceso. Pero sí parece importante recordar que la ciudadanía hoy da señales contradictorias. Porque, en paralelo a su moderación en la elección pasada, sabemos también que la adhesión a la democracia baja, que Bukele es la figura internacional más valorada a nivel local, y que persiste una bajísima confianza en las instituciones, expresada en un apoyo significativo a los candidatos independientes, dentro o fuera de pacto. La moderación de la ciudadanía, si acaso es tal, no parece implicar necesariamente entonces una mayor valoración de la política ni una mejor disposición respecto de lo que ella tenga para ofrecerle. Puede seguir tan enojada y cansada como hasta hace poco subrayábamos con insistencia. 

Ese cansancio puede ser hoy, por cierto, demanda de tranquilidad y certidumbre. En ese sentido, la señal de moderación de las últimas elecciones puede leerse como un desapego respecto de figuras impugnadoras que, luego de los recientes procesos políticos, ya no tienen la misma legitimidad para emplazar como lo hicieron. Pero el potencial de radicalización de la ciudadanía sigue latente, y la falta de respuestas a cuestiones urgentes arriesga gatillar disposiciones de ánimo muy diferentes (basta ver la desazón de esta semana a propósito del pago de cuotas de las isapres). No hay por qué augurar la consolidación definitiva de figuras como Kaiser, pero sí recordar cuán fácilmente la política cae en la complacencia, mientras los analistas confirman sus propios sesgos. El alivio experimentado por muchos ante los últimos resultados electorales no puede traducirse en relajo, en la idea de que Chile volvió por fin al equilibrio de siempre. Porque todo indica que las grandes mayorías anhelan soluciones a preocupaciones prioritarias y largamente desoídas, así como una política eficaz que pruebe que nuestros regímenes políticos son mejores que otras alternativas. Si nada de eso se ofrece, las respuestas se buscarán en otros lados, a la fuerza, en liderazgos disruptivos o por las propias manos de quienes se sienten amenazados. 

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