Me alegro de que mi interlocutor tenga los ojos puestos en el viejo mundo, pero lamento recordarle que somos sudamericanos.
Ahora bien, si su interés es defender su propia gestión —que está en el origen de algunas de estas dificultades— quizás debería hacerlo de modo un poco más explícito.
Señor Director:
Un lector critica mi columna del domingo (“El canciller invisible”), y defiende la gestión del ministro Van Klaveren. En su lógica, el éxito de la reciente gira presidencial sería motivo suficiente para eximir de todo análisis crítico a nuestra política internacional.
Sin embargo, mi contradictor logra la extraña proeza de no mencionar ninguna de mis críticas, que no guardan relación con Europa ni con la gira del mandatario: graves problemas migratorios con Bolivia, nula capacidad de reacción a las provocaciones de Venezuela y lenta respuesta a Argentina en lo relativo al Estrecho de Magallanes (en cualquier caso, el ultimátum lanzado ayer por el Presidente Boric muestra que mi intuición no era tan errada).
Me alegro de que mi interlocutor tenga los ojos puestos en el viejo mundo, pero lamento recordarle que somos sudamericanos.
Ahora bien, si su interés es defender su propia gestión —que está en el origen de algunas de estas dificultades— quizás debería hacerlo de modo un poco más explícito.
Daniel Mansuy