Cualquier monitoreo de las redes sociales y los comentarios de noticias revela que el nivel de mentiras y falsedades que circulan respecto a las vacunas en general, y a las vacunas contra el Covid en particular, sigue siendo muy importante.
Lo vertiginoso del ciclo noticioso hace que eventos importantes sean olvidados rápidamente. Pero el año 2023, por estas mismas fechas, el país lamentaba un brote particularmente severo del virus respiratorio sincicial (VRS), con ocupación de camas pediátricas a tope, el doble de casos que en 2022 y la terrible noticia de siete lactantes fallecidos por su causa. Este virus, al igual que los demás virus respiratorios que causan caos en el invierno, se transmite por contacto directo con las manos o con objetos contaminados, así como por las microgotas que se expulsan al respirar, toser o hablar (las famosas “gotitas de Flügge”), y produce bronquitis, infecciones respiratorias y neumonías. Afecta principalmente a infantes, a mayores de edad y a personas inmunosuprimidas.
Ahora mismo, julio 2024, los casos de VRS se están disparando nuevamente en Chile, mientras que los de influenza parecen ir a la baja. Pero hay una diferencia importante: desde el primero de abril se inició una campaña de inmunización de lactantes de hasta seis meses con el medicamento Nirsevimab, aplicado como vacuna, y los resultados han sido excelentes: la hospitalización de menores de un año por causa del VRS ha disminuido, hasta ahora, en más de un 80%. Este dato es notable incluso asumiendo el 2023 como un año excepcional por el número de contagios y su agresividad. Se logró vacunar al 97% de los recién nacidos y a más de un 80% de la población objetivo total. Es un logro muy importante por el que merece reconocimiento tanto el gobierno como los equipos médicos involucrados. Chile es el primer país de América Latina en introducir esta vacuna.
El Nirsevimab entrega 5 meses de protección y es un anticuerpo monoclonal: una réplica de linfocitos B (glóbulos blancos que producen anticuerpos capaces de atacar virus o bacterias) provenientes de una misma célula madre. El tipo de inmunidad que produce es pasiva: no es el sistema inmune del vacunado el que produce los anticuerpos, sino que los recibe a través de la inoculación. Esto lo hace distinto a las vacunas típicas, que estimulan la inmunidad activa del organismo para que produzca anticuerpos. Junto con el Nirsevimab se vienen desarrollando otros tratamientos contra el VRS, esfuerzo en el que ha destacado el biólogo chileno Alexis Kalergis, por lo que podemos esperar más buenas noticias en el futuro cercano.
Lamentablemente, y aunque los números no sean tan malos, el éxito en la vacunación contra el sincicial no se replicó a nivel de las vacunas contra la influenza y el Covid. La campaña comenzó el 15 de marzo y debería haber concluido el 15 de mayo alcanzando a un 85% de la población objetivo (adultos mayores y personas con mayores riesgos). Pero no fue así. Esto se debe en parte a asuntos de gestión, pero también a cierta resistencia popular a vacunarse, especialmente cuando se trata de las vacunas contra el Covid. Se ve, de hecho, que un número de personas que hizo el esfuerzo de ir a vacunarse contra la influenza no se puso la vacuna contra el Covid.
Cualquier monitoreo de las redes sociales y los comentarios de noticias revela que el nivel de mentiras y falsedades que circulan respecto a las vacunas en general, y a las vacunas contra el Covid en particular, sigue siendo muy importante. Es sabido que buena parte de dicho activismo es realizado por narcisistas que derivan un placer perverso de causar polémica. Eso sí, el daño que producen es real. Eventos como el fin de la producción de la vacuna de Astrazeneca, debido probablemente a su mayor riesgo relativo, así como la muerte de personas jóvenes por problemas cardíacos -generalmente causadas por malformaciones o mutaciones genéticas hereditarias-, han sido explotados hasta el cansancio para confundir.
¿Qué hacer? Quizás este sea un tema donde valga la pena desplegar un esfuerzo educativo, informativo y publicitario de mayor calado que la clásica “campaña de invierno” de todos los años. Las campañas de vacunación son una de las pocas instancias que quedan -en países que no están en guerra- donde la protección de cada uno también involucra la protección de los demás. Por lo mismo, por promover una virtud pública, merecen mayor atención política.