Opinión
Una “pax romana” para las derechas

Chile se serviría mucho de las virtudes de las dos almas de la derecha: la sintonía de republicanos y libertarios con el sentir popular sumado a la experiencia y los cuadros técnicos de Chile Vamos.


Una “pax romana” para las derechas

A menos de 20 días de las elecciones presidenciales, la derecha -el eterno segundón de la política chilena- parece encontrarse ante una oportunidad inédita e histórica, perfilándose como la futura ganadora de las elecciones presidenciales y parlamentarias. Sin embargo, desde hace ya unos años que no podemos hablar de “la derecha” chilena, sino que estamos obligados a pensar en “las derechas”. Dicho sector político se encuentra dividido en al menos tres facciones distintas de cara a la elección -cuatro si contamos a Parisi-, sumando entre ellas más del 60% en la mayoría de las encuestas. En ese sentido, si bien los números son auspiciosos, resulta inquietante dicha fragmentación de cara al balotaje (e incluso pensando en un gobierno). Más allá de que las últimas semanas las aguas se han calmado, es indudable que ha existido una fuerte tensión entre el mundo republicano de Kast y la derecha tradicional hoy encabezada por Matthei. Pero los desafíos del futuro exigen reflexionar sobre el pasado y limar asperezas.

Las relaciones entre Chile Vamos y el Partido Republicano han sido tensas desde la formación de este último, lo cual es lógico ya que se trata de una escisión de la UDI comandada por figuras nostálgicas del “guzmanismo” y su proyecto fundacional de inspiración cristiana y sello popular. El creciente partido popularizó la narrativa de la “derechita cobarde” y se aprovechó del descontento de las mayorías con los bloques políticos tradicionales para erigirse como el nuevo sector hegemónico de la oposición. En julio de este año la animadversión llegó a su punto cúlmine cuando -en medio de la arremetida de Kast en la cima de la carrera presidencial- Evelyn Matthei denunció una “campaña asquerosa” de parte del comando de su contendor. Así, las semanas siguientes la candidata y sus voceros consolidaron una desafortunada estrategia consistente en atacar a José Antonio Kast.

Para alivio de la oposición, hace un par de semanas Kast y Matthei protagonizaron una tregua en el seminario de ENADE. Frente a un público mayoritario de las élites económicas y políticas del país, la candidata de centroderecha expresó a Kast que “daba vuelta la página” y lo “perdonaba” por el episodio de los bots. Sellaron las disculpas con un apretón de manos. Por lo mismo, durante el debate presidencial del domingo primó la cordialidad entre los candidatos, donde destacaron dos momentos clave para pensar el futuro de las derechas que probablemente deberán trabajar juntas desde el 17 de noviembre.

El primero de esos momentos tuvo lugar durante la ronda de preguntas cruzadas. José Antonio Kast ahí regaló lo que se denomina un “palo blanco” a Matthei, al preguntarle acerca de sus propuestas sobre empleo junto con elogiar su gestión como Ministra del Trabajo (en contraste con la de Jeannette Jara). Dicho gesto en una instancia de televisión abierta parece valorable y necesario para comenzar a recomponer relaciones y tender puentes. Sin embargo, minutos después la pregunta de Jara a Kaiser recordó el otro lado de la moneda: la candidata oficialista consultó al libertario acerca de su negativa y la de Kast a hacer primarias en la oposición. En este segundo momento destacable, Kaiser respondió que la aprobación de la reforma de pensiones por parte de la centroderecha reflejó una incompatibilidad de estilos y programa entre sus candidaturas. Aquella respuesta lleva a recordar la hostilidad con la que dicho sector fue acorralado por republicanos y libertarios tras apoyar un proyecto que -si bien no era perfecto- respondió una genuina convicción de que era lo mejor para Chile dadas las circunstancias.

De ganar las derechas, el éxito se medirá no sólo en la efectividad para hacerse cargo de las urgencias ciudadanas de seguridad y economía, sino en la capacidad de formular un proyecto de continuidad para el futuro que permita superar el péndulo y la parálisis que este provoca en la política. Para ello es requisito contar con algo así como una “pax romana” en las derechas que traiga estabilidad luego de tiempos convulsos. Chile se serviría mucho de las virtudes de las dos almas de la derecha: la sintonía de republicanos y libertarios con el sentir popular sumado a la experiencia y los cuadros técnicos de Chile Vamos. Lamentablemente, es poco lo que han hecho ambos sectores en pos de la unidad.

Tal vez conviene pensar en casos internacionales para graficar el desafío que enfrentan las derechas chilenas. En palabras del filósofo francés Pierre Manent (en el último número de la revista Punto y coma), el éxito de Giorgia Meloni en Italia se explica por la síntesis que logra entre una cierta conformidad con los anhelos de la clase dirigente europea y un esfuerzo por satisfacer las demandas de las grandes masas populares, hasta ahora frustradas por las mismas élites. Esto a través del trabajo conjunto entre las distintas derechas y sus énfasis propios. Si se logró allá, no hay razón para no intentarlo en Chile.

También te puede interesar:
Flecha izquierda
Flecha izquierda