Las esquirlas de este esfuerzo por blindar a la administración de Boric insultan no sólo la inteligencia, sino también la figura histórica de Patricio Aylwin y de la transición chilena.
Señor Director,
Eugenio Tironi está enredado en una contradicción performativa: habla de treguas y reconciliación, pero distorsiona los argumentos en contra de su posición al punto que hace imposible un diálogo honesto. Tal cosa refuerza la impresión de que está actuando como publicista del gobierno y no como analista político.
En mi carta anterior enumeré los elementos básicos y constitutivos de la idea de reconciliación presentes en la tradición cristiana, y Tironi me acusa por ello de ánimo inquisitorial. Según él, una verdadera reconciliación debería basarse en en olvido de los malos actos sin siquiera examinarlos. Es decir, en dejar pasar y hacernos los tontos. La eterna demanda de los Fouchés y Tayllerands.
Las esquirlas de este esfuerzo por blindar a la administración de Boric insultan no sólo la inteligencia, sino también la figura histórica de Patricio Aylwin y de la transición chilena. Ahora resulta, según Tironi, que la Concertación, tal como afirmaron sus más duros críticos, desplegó un esfuerzo amnésico y deliberadamente carente de justicia respecto a la dictadura (borrando el informe Rettig con el codo), y jamás cuestionó las “credenciales democráticas” (Francisco Vidal dixit) de la derecha pinochetista. Todo lo cual, por cierto, es falso.
En vez de seguir equilibrando mentiras sobre mentiras, y pretendiendo que la paz se sostenga sobre fundamentos tan precarios, invito a Tironi a pensar en la posibilidad de una paz basada en la verdad, que permita ponderar los errores y malos actos de todos los involucrados, así como aprender de ellos.