Estas elecciones donde los extremos salieron trasquilados dejan un buen sabor: puede que estemos comenzando a venir de vuelta. A recuperar los consensos básicos. A dejar de vivir como enemigos mortales y tratar de ver cómo sacamos adelante a Chile.
1. Hace cuatro años en estas mismas elecciones el eje se movió radicalmente hacia la izquierda. Y cualquiera que haya seguido la contingencia política y nacional después de eso sabía que el eje ahora se corregiría hacia la derecha. La pregunta era cuánto, quiénes, dónde y cómo. ¿Quiénes en la izquierda perderían poder? ¿Quiénes en la derecha lo ganarían? Ahora comenzamos a tener respuestas.
2. Los candidatos de la derecha más dura, Marcela Cubillos e Iván Poduje, no obtuvieron los resultados que esperaban. Sus discursos a la Trump, centrados en descalificar al adversario y destacar todo lo malo, no tuvieron la tracción que buscaban. Cubillos pagó costos por el caso USS y eso es bueno: muestra dignidad y autoestima en los vecinos de Las Condes. Poduje, que pasó de ser fan del alcalde Jadue a elaborar un discurso tipo Harry el sucio que lo ponía a la derecha de Republicanos, no logró su cometido. Esto refuerza un dato interesante que se deja ver cada cierto tiempo en las encuestas: los chilenos quieren mano dura, sí, pero democrática. De actitud democrática. Y crecimiento económico, pero con rostro humano. Dicen Bukele, pero votan otra cosa, como Desbordes en Santiago, Bellolio en Providencia o Iglesias en Independencia, porque, al final del día, no somos El Salvador, sino una república antigua, orgullosa y que siempre aspira a cierta decencia al menos formal. La renovación de la derecha, entonces, no parece ir por copiar a Trump, Bukele, Milei o Bolsonaro. Al menos no todavía. Y esa es una buena noticia para nuestra democracia.
3. Dicho eso, los candidatos que ganaron con holgura lo hicieron con discursos que destacan el buen vivir, el trabajo bien hecho, el esfuerzo y la disciplina. El discurso triunfal del Alcalde Vodanovic en Maipú podría haber sido perfectamente un discurso de Piñera. Hechos, no palabras. Gestión, logros. Calidad de vida a través de la excelencia y el trabajo 24/7. Si ese es el futuro del Frente Amplio, tenemos otra buena noticia al frente. Ñuñoísmo y octubrismo irían cediendo terreno a una centroizquierda seria y responsable, quizás capaz de ser lo que finalmente Monsalve, Tohá, Elizalde y el resto de esa generación no lograron ser. Por ahora, ese sueño tiene un líder interesante en Vodanovic, pero le faltan tanto técnicos como intelectuales. El FA necesita su propia FLACSO y su propio Cieplan.
4. Todos sabemos que la democracia chilena se encuentra en un estado lamentable. Bastaba ver que casi el total de los candidatos era “independiente” de algún tipo. Sin embargo, estas elecciones donde los extremos salieron trasquilados dejan un buen sabor: puede que estemos comenzando a venir de vuelta. A recuperar los consensos básicos. A dejar de vivir como enemigos mortales y tratar de ver cómo sacamos adelante a Chile.
5. La democracia chilena necesita una nueva esperanza. Y los contornos de ella, todavía toscos y poco definidos, se comienzan a dejar ver. Nuestro fútbol volvió a ser malo y a sostenerse, a lo más, en triunfos morales. Pero fueron lindos esos años en que creímos en salir adelante. Los años de Mesa Té Club y de Nelson Acosta. Nada de eso volverá de la misma forma, por cierto. Pero el sentimiento de estar todos empujando el mismo carro en la misma dirección, para dejarle un país más próspero, educado y decente a los que vengan después, sí puede volver.