Nuestras prioridades son irracionales, pues los mayores esfuerzos se ponen en el financiamiento de niveles terciarios o superiores de educación, pese a estar demostrado que mientras más temprana es la inversión, mayor es el retorno educativo. Tal como destaca The Economist, esta “manía universitaria” no es exclusiva de Chile. Pero es muy fuerte acá.
Chile aparece nuevamente al fondo de la tabla en el último estudio de la OCDE sobre analfabetismo funcional y habilidades matemáticas básicas (PIAAC 2022-2023). En este caso se trata de la segunda investigación realizada en jóvenes y adultos entre 16 y 65 años por parte del organismo (la primera fue 2014-2015).
Según el reporte, un 53% de los habitantes de Chile evaluados presentaron niveles de comprensión de lectura en el nivel más básico o por debajo de él. Esto significa que pueden, a lo más, entender textos simples y breves. El promedio de la OCDE es 26%. Al mismo tiempo, sólo un 2% de los evaluados mostraron altas capacidades de comprensión lectora, siendo el promedio de la OCDE un 12%.
En el ámbito matemático, un 56% de los chilenos se ubicaron en el nivel más básico de manejo en aritmética o por debajo de él (promedio OCDE es 25%) y, nuevamente, sólo un 2% mostró habilidades complejas en esta área (el promedio OCDE es 14%). Por otro lado, en el test de resolución dinámica de problemas, un 56% se ubicó en o por debajo del nivel más básico, siendo el promedio OCDE 29%.
Finalmente, un 44% de los adultos residentes en Chile que participaron de la investigación obtuvieron puntajes en o por debajo del nivel más básico del test en los tres ejes evaluados. Los jóvenes están más cerca del promedio OCDE que los mayores: la generación que más tiempo ha pasado educándose en Chile efectivamente destaca.
En términos generales, no se observan cambios en relación con los resultados de la versión anterior, pero se apunta que esto puede deberse, en parte, a efectos de la migración masiva. Los adultos nacidos en Chile muestran consistentemente mejores resultados promedio. Por último, y al igual que en todos los demás países, en Chile se aprecia que a mayor nivel educacional, mejores resultados. Sin embargo, la gente con educación superior en Chile muestra capacidades en promedio inferiores a, por ejemplo, las personas con sólo educación secundaria en Finlandia. Nuestras élites son muy básicas en el plano cognitivo.
¿Cómo interpretar estos resultados? Lo primero es que los bajos puntajes reflejan principalmente poca capacidad de pensamiento abstracto. En Chile es común tratarlos como sinónimos de idiotez o inutilidad, lo que distorsiona su significado. Es claro que operar casi exclusivamente en el plano del pensamiento concreto conduce a limitaciones importantes: el mundo se hace más pequeño y limitado. Pero lo concreto no es inútil: miles de funciones y ocupaciones muy relevantes socialmente no demandan niveles importantes de razonamiento abstracto, y quizás hay una sobrevaloración de las que sí lo hacen. Así se vio durante la pandemia, cuando resaltó la relevancia de ocupaciones de cuidados y de servicios básicos (ver “Head, Hand, Heart” de David Goodhart).
El segundo punto importante es que nuestras escasas mejoras no se condicen con los niveles de inversión realizados. Nuestras prioridades son irracionales, pues los mayores esfuerzos se ponen en el financiamiento de niveles terciarios o superiores de educación, pese a estar demostrado que mientras más temprana es la inversión, mayor es el retorno educativo. Tal como destaca The Economist, esta “manía universitaria” no es exclusiva de Chile. Pero es muy fuerte acá. Y si bien el movimiento estudiantil podrá haber acaparado hasta la Presidencia de la República gracias a su capacidad de movilización, cada vez es más difícil justificar su captura de rentas en nombre de la justicia. Los economistas que defienden nuestro modelo en base a promedios, celebrando que sus instituciones no selectivas provean básicamente cursos de nivelación de educación media a precios exhorbitantes, deberían ponderar mejor los efectos políticos de esta distorsión, así como su costo alternativo y el daño producido a la idea de universidad.
Por último, a los que recién rindieron la PAES sólo queda advertirles que conviene ser honesto respecto a las propias capacidades y buscar profesiones afines a ellas que puedan ejercer con excelencia, en vez de perseguir un prestigio de cartón a través de títulos de dudoso valor. No todo lo que brilla es oro, y hay más de una forma de volverse tuerto en el país de los ciegos.