Opinión
El crimen avanza

A pesar de todos los esfuerzos que realizan varias instituciones, nuestro Estado ha sido incapaz de detectar todas estas dinámicas a tiempo y hemos permitido que el crimen avance, contaminando múltiples espacios.

El crimen avanza

Hace unos días, el fiscal Héctor Barros comentó en una entrevista las razones que explican el alza de homicidios que tuvo lugar durante diciembre del 2024 en la Región Metropolitana. Algunas de sus explicaciones resultan muy inquietantes, pues reflejan giros importantes en las dinámicas del crimen organizado tal como lo conocemos hasta hoy.

A lo largo de estos últimos años, hemos pensado que los asesinatos y la violencia eran provocados sobre todo por las bandas extranjeras que habían venido a modificar el mapa criminal chileno; bandas tales como el Tren de Aragua o los Trinitarios. Sin embargo, según Barros, el aumento de homicidios de diciembre pasado se debe principalmente a la acción de organizaciones nacionales y no de grupos extranjeros o transnacionales.

Asimismo, el fiscal aseguró que en el último tiempo ha existido algo así como una contaminación delictual entre bandas chilenas y extranjeras, que se traduce en organizaciones de nuestro país mucho más violentas, que están imitando a las bandas transnacionales tanto en los tipos de delitos -secuestros, extorsiones- como en los métodos brutales que emplean. Esto ha ido acompañado también de otros fenómenos, como la utilización de sicarios que pertenecen a organizaciones extranjeras para resolver disputas territoriales entre bandas chilenas.

Una pregunta que persistía era precisamente el modo en que reaccionaría la criminalidad chilena a la entrada de nuevos actores a este brutal mercado. ¿Competirían a muerte por los territorios generando olas de violencia inéditas en nuestro país? ¿Las bandas extranjeras se impondrían fácilmente a las chilenas? ¿Se generarían instancias de colaboración y de repartición de “plazas” entre distintos grupos chilenos y extranjeros? ¿Quiénes aprenderían de quiénes? Ahora que observamos que los criminales chilenos están adquiriendo “conocimientos” de las bandas transnacionales es importante sostener e insistir en estas preguntas, pues ninguno de los escenarios -competencia, colaboración o cualquier otro- puede ser descartado a priori. Además, si las agrupaciones chilenas se están volviendo más violentas, las dinámicas que emerjan entre ellas y las bandas extranjeras sólo amenazan con volverse más crudas.

A pesar de todos los esfuerzos que realizan varias instituciones, nuestro Estado ha sido incapaz de detectar todas estas dinámicas a tiempo y hemos permitido que el crimen avance, contaminando múltiples espacios. La fortaleza del aparato estatal en diversos ámbitos, reconocida a nivel académico y político en distintas partes del mundo, muestra su lado gris en la escasa adaptabilidad de nuestras instituciones al nuevo escenario criminal. Lo propio ocurre con la precariedad de nuestra red de inteligencia y con la baja coordinación al interior del Estado en temas relativos al crimen organizado.

Si queremos hacer frente al avance del crimen y a dinámicas como la contaminación delictual es fundamental que pensemos no sólo en cómo robustecemos al Estado, sino que en cómo lo agilizamos. Nuestro Estado tiene varias fortalezas, pero es lento. En palabras simples: llega, pero tarde.

Chile aún está a tiempo de evitar que el problema del crimen organizado alcance la magnitud que muchos temen. El trabajo de los ECOH de la Fiscalía (Equipos de Crimen Organizado y Homicidios), casos como el de Los Gallegos en la Fiscalía de Arica o las causas que maneja actualmente la Fiscalía de Tarapacá y otras a lo largo del país demuestran que, a pesar de la poca agilidad de nuestro Estado, hoy existen funcionarios dispuestos a encerrar a estas bandas en la cárcel. Y, sobre todo, revelan que el sistema no es completamente ineficaz y que contamos con algunas herramientas institucionales para enfrentarlas. No somos Brasil, Colombia, México o El Salvador, y aún estamos bastante lejos de serlo.

Sin embargo, entrevistas como la del fiscal Barros también muestran que estos grupos avanzan, que el crimen se transforma más rápido de lo que pensamos y que la situación de nuestro país adquiere cada vez mayor gravedad. Dicho de otro modo, no estamos en el peor escenario, pero el tiempo tampoco está de nuestro lado.

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