Como diputado organizó, participó y fue vocero de cuanta acusación constitucional y citación parlamentaria hubo en contra de los miembros del gobierno de Piñera, y contra Piñera mismo. Y cada una de esas instancias fue utilizada por él como una herramienta de chantaje político dirigida a los diputados de izquierda y centroizquierda que no quisieran sumarse a la ordalía. La noticia de su caída, entonces, solamente le recordó a varios el viejo dicho: “por donde pecas, pagas”.
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Señor Director:
La caída de Miguel Crispi es precipitada por un tira y afloja con la Cámara de Diputados muy particular y cuestionable. Hasta ahora, era inaudito que se exigiera a un asesor presidencial revelar el contenido de sus conversaciones con el primer mandatario.
Sin embargo, las defensas a Crispi, incluso las de su propio sector, han sido tibias. Y ello no se debe a que le encuentren razón a los motivos usados para arrinconarlo. La verdadera causa de esto, en primer lugar, apunta a la larga lista de errores y desaciertos que lo volvieron altamente visible ante la opinión pública, lo que también es inédito para un asesor presidencial, y que abarcan los casos ProCultura, Democracia Viva, Hermosilla, casa de Allende y Monsalve. La guinda de la torta fue el escándalo por la contratación de su señora, que no posee título profesional, como productora en el MIM. Muchos en la propia izquierda, hace rato, consideraban que lo único leal y prudente que le quedaba por hacer era renunciar.
Una segunda causa se encuentra en la biografía reciente de Crispi: como diputado organizó, participó y fue vocero de cuanta acusación constitucional y citación parlamentaria hubo en contra de los miembros del gobierno de Piñera, y contra Piñera mismo. Y cada una de esas instancias fue utilizada por él como una herramienta de chantaje político dirigida a los diputados de izquierda y centroizquierda que no quisieran sumarse a la ordalía. La noticia de su caída, entonces, solamente le recordó a varios el viejo dicho: “por donde pecas, pagas”.