Opinión
¿Qué es el octubrismo?

El octubrismo surge de las protestas que comenzaron en octubre de 2019 y se caracteriza por reivindicar la dinámica de dichas movilizaciones, pues ahí creyeron encontrar algo puro. Esta forma de actuar, que emergió de la propia calle, fue posteriormente adoptada por actores y dirigentes sociales.

¿Qué es el octubrismo?

El pasado viernes, en el seminario “A cinco años de la crisis de octubre”, que tuvo lugar en el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Daniel Matamala cuestionó el uso del concepto “octubrismo” en el debate político. El periodista argumentó que la palabra se utilizaba de manera vaga y que, paradójicamente, nadie en la discusión pública chilena se identifica a sí mismo como “octubrista”. De esa manera, emplear ese calificativo para describir a un sector podría llevarnos a confusiones o conclusiones sesgadas.

Sin embargo, es usual que los conceptos políticos se esgriman de manera poco precisa, y también que se les asigne a algunos grupos una etiqueta que ellos mismos rechazan. Esto ha ocurrido con términos clave como neoliberalismo, democracia, conservadurismo, progresismo, etc. Lo importante, a la hora de hablar de “octubrismo”, es identificar las particularidades que justifiquen su uso en la discusión pública. En ese sentido, sí podemos afirmar que la palabra representa un modo de hacer política con una simbología, estética y traducción institucional. 

El octubrismo surge de las protestas que comenzaron en octubre de 2019 y se caracteriza por reivindicar la dinámica de dichas movilizaciones, pues ahí creyeron encontrar algo puro. Esta forma de actuar, que emergió de la propia calle, fue posteriormente adoptada por actores y dirigentes sociales que irrumpieron para llevar a la práctica una política asambleísta y antipartidos, anclada en la legitimidad de la movilización directa del pueblo.

Por eso, ante las trabas impuestas por la institucionalidad, los octubristas intentaron con más o menos éxito legitimar, controlar y luego usufructuar de la violencia callejera, arrogándose la representación del pueblo. Como dijo Fernando Atria al intentar justificar el indulto a quienes habían cometido delitos en medio de las protestas: “La violencia de ayer, hoy día la podemos ver como algo que en los hechos abrió la puerta a una oportunidad que hoy día casi todos celebramos (…) por eso creo que justifica una decisión de indulto general o amnistía”.  

Recordemos que, mientras las marchas eran populares, diferentes grupos de izquierda preferían “octubre antes que noviembre”. Algunos llegaban a decir que el único 18 que celebraban era el 18 de octubre, día en que quemaron el Metro. Se escogía así la impugnación a lo establecido sin articulación política en el horizonte, en lugar del cauce ofrecido por la política institucional que se vio sobrepasada por los acontecimientos.

Ahora bien, además de ser un modo de hacer política, el octubrismo se funda en una simbología que lo arropa con una estética propia: los viernes en Plaza Italia, “el limoncito para la marcha”, el repudio a los valores tradicionales, el “perro matapacos”, el rechazo a la bandera chilena y la imposición bandera mapuche, la impugnación al “modelo” y a los políticos de los “30 años”, y así.

Octubrismo es ver a Elsa Labraña gritando en la cara de Gloria Valladares; es la voz de Daniel Stingo afirmando que los acuerdos los pondrían ellos; es la persona que intentó cortar los pies del caballo de Baquedano; es el Museo del Estallido Social; es la destrucción de los centros de las ciudades; es el “jardín de la resistencia” y es el Presidente Boric indultando a delincuentes. 

A fin de cuentas, el octubrismo tuvo hasta un lema: “No son 30 pesos, son treinta años”. Contó con su propio órgano, la “Convención Constitucional” que, por cierto, terminó sus labores cantando “el pueblo unido, avanza sin partidos”. Albergó personajes dentro de sí: “el pelao” Vade y “la tía Pikachu”. Dignificó a sus héroes, como la primera línea, a quienes parte del Congreso aplaudió de pie. Tuvieron mártires, practicaron ritos y generaron una épica. Incluso elaboró su propia traducción institucional, que puede hallarse en el contenido de la propuesta de la Convención. 

Es posible que personas que pertenecen al mundo de las izquierdas o del progresismo no se sientan representados por este concepto. También puede ser sano rechazar el intento de imponer una forma de hacer política basada en la funa, la victimización y el desprecio al adversario. Puede además que el octubrismo haya mostrado una mala faceta de muchos actores: intelectuales que se sumaron a la protesta, analistas embobados con el fuego de la calle, políticos y constitucionalistas que ya veían sus nombres en los textos de historia, y también una parte de la derecha que abandonó al Presidente, se sumó a la calle y más que orientar, se sumó a la “buena onda” del momento.

Las culpas y las vergüenzas son muchas, pero el octubrismo existió y sigue estando ahí en grupos que no son irrelevantes.

También te puede interesar:
Flecha izquierda
Flecha izquierda