Opinión
Parisi y el abandono

El sorpresivo resultado de Franco Parisi no se explica solo por autos tuneados ni deudores de pensión de alimentos. El líder del Partido de la Gente logró porcentajes enormes en lugares asolados por el crimen organizado y la ausencia estatal.

Parisi y el abandono

La sorpresiva votación de Franco Parisi trajo consigo el respectivo ninguneo de quienes no consiguen comprender a sus votantes ni tampoco se esfuerzan demasiado por hacerlo. “Son los metales pesados”, escribió despectivamente desde su cuenta de “X” la exconvencional constituyente Cristina Dorador. Otro usuario de la misma red social escribía: “Lo de Parisi en el norte lo entiendo: autos tuneados, taxistas deudores de pensión de alimentos y mineros jaleros. En el sur no lo sé”. Algunos bromeaban señalando que era preocupante que el 20% de los chilenos demostrara, con su voto, poder ser víctima de estafas piramidales. Otros sugerían quitarles el voto a las regiones. Y así harto más.

Pero basta con aproximarse superficialmente a los datos de la elección para notar que el asunto es mucho más complejo. Algunas de las comunas en las que Parisi obtuvo la mayor votación fueron Ollagüe (58,17%), Colchane (57,3%), General Lagos (48,95%), Pozo Almonte (42,77%) y Huara (36,9%). Según el Indicador Nacional de Crimen Organizado de la Universidad San Sebastián, publicado en septiembre de este año, esas son precisamente las cinco comunas más afectadas por el crimen organizado a nivel nacional (considerando delitos asociados al crimen organizado por cada 100.000 habitantes).

De este modo, Parisi logra votaciones sorprendentes en lugares abandonados por el Estado y que vienen sufriendo una brutal crisis de criminalidad desde hace al menos cinco años. Estos datos obligan a hacerse preguntas fundamentales, sobre todo para quienes buscan gobernar el país desde 2026 en adelante: ¿es un voto de hastío contra una clase política que no ha logrado resolver una crisis que solo parece recrudecer? ¿Por qué la izquierda perdió el bastión electoral que históricamente tuvo en ese territorio? ¿Por qué no calaron las promesas de la derecha en el norte del país? ¿Por qué ni las encuestas lo vieron venir?

Detrás de todas estas preguntas parece haber un patrón geográfico evidente. La crisis de crimen organizado ha expuesto, de manera brutal, las brechas territoriales de Chile. Las bandas criminales se instalan en sectores marginales donde el Estado simplemente no llega; en esos espacios cunde la desafección hacia la política tradicional, mientras la vida social empieza paulatinamente a regirse por normas impuestas no por las autoridades estatales, sino por las organizaciones del crimen. En un contexto de abandono así, no es extraño que alguien como Parisi aparezca como una figura capaz de “mover el tablero” y ofrecer soluciones que, al menos simbólicamente, interpelan a quienes se sienten excluidos de la política formal.

En este sentido, los resultados de la elección presidencial también les recuerdan a las clases dirigentes capitalinas que no todo Chile comparte las mismas experiencias vitales. Las regiones viven amenazas distintas, tienen urgencias diferentes y, por tanto, votan distinto que Santiago. Si la política tradicional quiere aprender algo de estos resultados, debe mirar más de cerca a las regiones (en vez de quejarse por cómo votan). Pero debe hacerlo con un prisma más complejo que el ofrecido por la bandera de la descentralización -como si se tratara únicamente de repartir competencias o recursos en una disputa de poder entre centro y periferia-, poniendo ahora en el centro la pregunta por sus problemas concretos y sus demandas postergadas. Las regiones, como quedó demostrado ayer (y también en 2021), no solo importan: pueden definir la elección presidencial.

Todo esto exige volver a recorrer el país. Pero no únicamente en el contexto de una campaña. Se trata más bien del esfuerzo por recuperar la territorialidad de los partidos políticos, pues sin presencia real y permanente en los territorios, es muy difícil que la política vuelva a ser mediadora de los intereses ciudadanos. Parte de la debacle de la centroderecha tradicional también pasa por aquí: fue alejándose del trabajo territorial y perdiendo diversidad social y económica. Los partidos de centroderecha redujeron demasiadas veces su despliegue electoral a la designación de figuras con gran reconocimiento -como los personajes televisivos-, capaces de asegurarles un cupo rápido en el Congreso a través de campañas fáciles y de escasa elaboración. 

El sorpresivo resultado de Franco Parisi no se explica solo por autos tuneados ni deudores de pensión de alimentos. El líder del Partido de la Gente logró porcentajes enormes en lugares asolados por el crimen organizado y la ausencia estatal. Claramente está viendo algo que pocos ven. Ignorarlo o ningunearlo sería, esta vez sí, un error que no se puede dejar pasar.

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