Opinión
No alcanza

Esto nos conduce al que —me parece— es el problema central de la candidatura de Evelyn Matthei: los partidos que la respaldan. Guste o no, dichas colectividades adolecen de dificultades estructurales que les impiden ser soporte efectivo de una aventura presidencial. Sebastián Piñera podía darse el lujo de eludir este problema montando un dispositivo paralelo, pero la verdad es que eso sólo disimuló las falencias.

No alcanza

Hasta hace pocos meses, la candidatura de Evelyn Matthei parecía extraordinariamente sólida. Su nombre se imponía como una evidencia de la naturaleza, impulsada por la lógica del péndulo (le toca a la derecha) y por el techo del partido republicano (que le impediría a José Antonio Kast sumar más de la mitad de los votos). Además, mostraba buenos números mientras que el gobierno se veía débil y titubeante. Por si fuera poco, también transmitía experiencia y sentido de la responsabilidad allí donde el oficialismo acumulaba impericia y desaciertos.

Sin embargo, sería cuando menos audaz afirmar que la situación se ha mantenido inalterada. Aunque, en rigor, las piezas siguen más o menos en el mismo lugar, el viento parece haber cambiado de dirección. Si hasta ayer la candidatura Matthei parecía una apuesta segura, hoy atraviesa por un momento de vacilaciones. Hay varios motivos que pueden ayudar a explicar el fenómeno. Por de pronto, el gobierno se ha ordenado, lo que ha redundado en una mejora de su popularidad. El cambio no es descomunal, pero basta y sobra para producir una inversión en los ánimos: hay un mundo de diferencia entre situarse bajo los 30 puntos y ubicarse en torno a los 35. Si el primer caso deja cerca del precipicio —con la consecuente sensación de inseguridad—, el segundo da aire, espacio y cancha para jugar (y cabe suponer que la actitud del presidente de cara a Venezuela seguirá alimentando la dinámica).

Desde luego, esto no implica que el gobierno no tenga problemas, algunos de ellos severos. No obstante, la oposición padece una incapacidad crónica a la hora de capitalizarlos. Para decirlo en simple, el gobierno juega solo y, en sus desaciertos, la oposición no juega papel alguno. No es que falten temas, pero las vocerías robustas son (muy) escasas. ¿Qué parlamentarios están marcando a la actual administración en nuestras diferencias migratorias con Bolivia? ¿En seguridad, en la reconstrucción de Viña del Mar, en la desaceleración económica? ¿Listas de espera, crisis de la educación pública? La lista es larga, y podría continuar, pero la oposición no ha construido un discurso coherente en ninguno de estos asuntos, que le permita inclinar la discusión pública y poner en dificultades al oficialismo.

Esto nos conduce al que —me parece— es el problema central de la candidatura de Evelyn Matthei: los partidos que la respaldan. Guste o no, dichas colectividades adolecen de dificultades estructurales que les impiden ser soporte efectivo de una aventura presidencial. Sebastián Piñera podía darse el lujo de eludir este problema montando un dispositivo paralelo, pero la verdad es que eso sólo disimuló las falencias. El lugar preponderante de Piñera en el sector era directamente proporcional a la debilidad de las tiendas. Éstas carecen de proyecto nítido, que los ciudadanos puedan distinguir. El caso de la UDI y Evopoli es particularmente preocupante, pues no es clara su función histórica en el nuevo ciclo. RN puede apelar a una tradición más consistente, pero las reyertas internas tienden a neutralizar su acción.

Todo lo dicho redunda en un problema aún más grave: la derecha tradicional cuenta con pocos cuadros que transmitan auténtica vocación de poder. Quizás el signo más elocuente de estas debilidades fue la falta de dirigentes dispuestos a ir a la batalla de Maipú. Tomás Vodanovic es un alcalde carismático, que tiene el triunfo asegurado, y que bien podría convertirse en carta presidencial la misma noche de la elección si obtiene un resultado descollante. En ese contexto, era indispensable que alguien fuera a perder dignamente, sumar una cantidad razonable de votos y bloquear el ascenso de Vodanovic. En lenguaje futbolístico, se necesitaba un volante tapón, que no juega para sí mismo sino para el equipo. Todo indica que nadie —nadie— estuvo disponible. La pregunta cae de cajón: ¿cómo ir a una contienda presidencial durísima sin infantería? La cuestión se agudiza si recordamos que el partido republicano tardó pocas horas en levantar un candidato dispuesto a sacrificarse en aras de un proyecto colectivo. Chilevamos tiene partidos, tiene sedes y una red de dirigentes repartidos por el país, pero le falta lo más importante: la energía vital. O, dicho más descarnadamente: hambre.

Como puede verse, el escenario no tiene nada de fácil. La carrera es larga, y habrá obstáculos considerables en el camino. Es muy posible que los resultados municipales del partido republicano sean equivalentes a todo Chilevamos, lo que aumentaría la presión. También hay adversarios a la espera de cualquier tropiezo. Nadie podría descartar, por ejemplo, una eventual irrupción de Marcela Cubillos. Sin perjuicio de lo señalado, sería un error mirar sólo hacia fuera: los problemas de la derecha tradicional son fundamentalmente internos. De hecho, puede pensarse que el sector entró en estado de perplejidad la mañana del 19 de octubre del 2019: tras esa jornada, nunca ha recuperado grados relevantes de iniciativa política. Mientras no comprenda lo que ocurrió aquel día, la derecha seguirá presa de sus demonios.

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