El cambio en la correlación de fuerzas es sustantivo y lo que hay de alegría en la izquierda es más bien por haberse salvado de la debacle total.
Como es usual, distintos sectores sacan cuentas alegres. Chile Vamos recuperó una porción enorme de alcaldías, Republicanos creció más que cualquier otro partido en concejales, Vodanovic obtuvo para el Frente Amplio la mayor comuna del país. Lo de Maipú, con todo, fue más bien excepcional en una jornada dura para el gobierno. De las 203 comunas que controlaba la izquierda hace veinte años, ha llegado ahora a su mínimo histórico de 110. El PC pasó de 6 alcaldías a 2. El Frente Amplio quedará, con suerte, con una gobernación. El cambio en la correlación de fuerzas es sustantivo y lo que hay de alegría en la izquierda es más bien por haberse salvado de la debacle total.
A lo anterior cabría añadir señales positivas en lo que se refiere a los estilos estridentes que pierden y el tono de los que triunfan. Vodanovic podrá haber cerrado con una frase de Allende, pero su discurso centrado en gestión y trabajo también puede ser interpretado como una última renuncia a la retórica del Frente Amplio. En una variante muy distinta, el triunfo de Agustín Iglesias en Independencia muestra que el trabajo y la efectiva identificación con una comuna también son reconocidos como virtudes decisivas cuando se trata de candidatos de derecha. Al margen del cambio en la correlación de fuerzas, al país le hace bien que a ambos lados surjan este tipo de liderazgos. Si estas son algunas de las conclusiones de la primera elección municipal con voto obligatorio, parecen hablar bien de la salud de nuestra democracia.
Esa salud, con todo, es relativa, y este no es momento para perderlo de vista.
La doble jornada puede haber sido organizada de manera eficaz, pero deja una pregunta razonable por la multiplicación de instancias de elección popular. Esa pregunta no viene de la apatía, sino del simple realismo: si nadie tenía idea de quiénes son los CORE salientes, por lo pronto, la votación por los entrantes es al menos discutible. “Mucho de lo que parece democrático”, escribía ya Aristóteles, “destruye las democracias”.
Sería, por cierto, exagerado aplicar ese “destruye” a este aspecto de nuestra situación. Pero donde la frase del filósofo griego sí viene al caso es en el contexto más amplio en que se dio nuestra elección, bien ilustrado por los trágicos actos de violencia en el INBA la semana pasada. Puede parecer democrática la continua apelación al diálogo que oímos de su directora; pero no, notaba Aristóteles, no es democrático sino destructivo para la democracia que cada uno pueda simplemente hacer lo que quiera. Una golondrina –como esta elección– no hace verano, decía el mismo filósofo: o comienza a ocurrir algo de verdad en la crisis de nuestra educación, o la “fiesta democrática” será eso, nada más que una golondrina.