Si la centroizquierda hubiese mostrado la convicción de Frei para el 18-O, quizá la historia sería diferente.
Octubre trae consigo múltiples seminarios relativos al quinto aniversario del estallido de 2019. Es lógico que así sea: por la masividad de las protestas y la ola de violencia y destrucción que azotó al país, se trata de la fractura más relevante del Chile posdictadura; y eso exige una reflexión a la altura del momento. Entre los diversos ángulos que permiten pensar esta conmemoración, puede ser útil mirar a los expresidentes de la república y su aproximación tanto al 18-0 como al derrotero político y constitucional posterior.
En el caso del expresidente Piñera, es sabido que su gobierno padeció severas dificultades ante la crisis. Mal que pese, no consiguió ni controlar el orden público, ni erradicar los abusos policiales ni retomar la iniciativa política. Con todo, nada de esto fue exclusiva responsabilidad suya. Al desorden e indisciplina de sus partidos se sumó la peor oposición de la nueva democracia chilena. En esta etapa ningún mandatario había temido el fin de su gobierno por “la vía de los hechos” (así hablaban desde la DC al PC el 12 de noviembre de 2019). De modo más o menos explícito, muchos adversarios así reconocieron en el marco de su masivo funeral de Estado.
En cuanto a la expresidenta Bachelet, llegado el minuto abrazó la proyección política e institucional de la épica de octubre, recogida en la fallida Convención y su propuesta. Mientras un amplio arco político la rechazaba, anticipando lo que ocurriría en todas las regiones y el 62% del electorado, Bachelet no dudó en aparecer en la franja del Apruebo y afirmar que dicha propuesta “no es perfecta, mas se acerca a lo que yo siempre soñé”. Esos anhelos —no hay que olvidarlo— incluían romper con la trayectoria republicana y, por supuesto, con los vilipendiados 30 años.
El expresidente Lagos ciertamente se ubicó en un lugar distinto. Así lo manifestaron su defensa de aquel período, sus progresivas críticas a la plurinacionalidad y la eliminación del Senado; y, finalmente, su valiente abstención de cara al 4 de septiembre. Sin embargo, Lagos se demoró un par de años en sacar la voz, pues luego del 18-O también cedió a la tentación de avergonzarse por el camino recorrido, tan extendida en la ex Concertación (incluso llegó a decir que la principal “semilla” del estallido residía en la Constitución que lleva su firma).
El expresidente Frei, en cambio, nunca expresó esas dudas. Su reciente reivindicación de los 30 años, paralela a su crítica a “los anárquicos que destruyeron lo que Chile había construido con mucho sacrificio”, son consistentes con su voto Rechazo el 4S, justificado en la defensa del régimen democrático. Si la centroizquierda hubiese mantenido esa convicción para el 18-O, quizá la historia del último lustro sería diferente.