Opinión
Fin de ciclo II

Tironi evoca la figura del expresidente Aylwin, quien ciertamente logró convocar a la mayoría del país y encarnar algo así como un proyecto nacional. Coincido en que hoy Chile enfrenta un desafío análogo. El punto es que esperar un esfuerzo de esa índole de quien hoy nos gobierna no es una “política del rencor”, sino solicitarle que actúe a la altura del alto cargo que desempeña.

Fin de ciclo II

Señor Director:


Agradezco la respuesta de Eugenio Tironi (ayer). Como él mismo reconoce, coincidimos en la conveniencia de terminar con la incertidumbre, así como en los beneficios que supone una actitud colaborativa de la oposición ahí donde ella es posible. Por ejemplo, es lo que ocurrió al optar por la continuidad del proceso constitucional luego del monumental triunfo del Rechazo en 2022, y también en la aprobación de diversos proyectos de ley sobre seguridad y otras materias (en varios de los cuales el Frente Amplio y el PC fallaron con sus votos, dicho sea de paso).

No obstante, Tironi cree que sería “condenar a Chile a una perpetua inestabilidad” constatar el hecho de que solo sabremos bajo un futuro gobierno, de signo distinto al actual, si la incertidumbre ha sido definitivamente erradicada. Me permito preguntar por qué. ¿No es acaso un piso mínimo que las izquierdas se comprometan de modo consistente e inequívoco con la alternancia en el poder y la tolerancia al disenso, especialmente considerando lo vivido un lustro atrás?

Para intentar graficar su punto, Tironi evoca la figura del expresidente Aylwin, quien ciertamente logró convocar a la mayoría del país y encarnar algo así como un proyecto nacional. Coincido en que hoy Chile enfrenta un desafío análogo. El punto es que esperar un esfuerzo de esa índole de quien hoy nos gobierna no es una “política del rencor”, sino solicitarle que actúe a la altura del alto cargo que desempeña. ¿Será mucho pedir

Asimismo, Tironi recuerda “los años de concordia que siguieron a la transición”, obviando que la pacificación y estabilidad habrían sido inviables si la oposición de la época no hubiese aceptado algo tan básico como la legitimidad democrática de sus adversarios (tal como diría Pablo Longueira en su calidad de presidente de la UDI durante los días más complejos del mandato del expresidente Lagos, uno no se dedica “a la política para andar tumbando gobiernos”).

No es ninguna demasía esperar lo mismo de la izquierda una vez que abandone La Moneda. Es —insisto— lo mínimo bajo un régimen democrático.

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