Este jueves falleció, a los 96 años, Alasdair MacIntyre, tal vez la última gran voz de la filosofía del siglo XX, y el principal responsable de la rehabilitación de la ética de la virtud (gracias a su magistral libro “Tras la virtud”, de 1981). Aunque esa obra le diera su merecida fama, vale la pena notar que pocos años antes estuvo parcialmente dedicado a preguntas de ética médica que hoy siguen estando en el primer plano de la discusión.

Señor Director:
Este jueves falleció, a los 96 años, Alasdair MacIntyre, tal vez la última gran voz de la filosofía del siglo XX, y el principal responsable de la rehabilitación de la ética de la virtud (gracias a su magistral libro “Tras la virtud”, de 1981). Aunque esa obra le diera su merecida fama, vale la pena notar que pocos años antes estuvo parcialmente dedicado a preguntas de ética médica que hoy siguen estando en el primer plano de la discusión.
En 1978 participaba de un foro titulado “Diseñando a nuestros descendientes”, con un argumento cuya vigencia merece ser subrayada. MacIntyre se preguntaba ahí por los rasgos que cabe imaginar como necesarios para las generaciones futuras, y discute un listado muy persuasivo. Entre otros rasgos de carácter, se requerirá (decía entonces, ahora podemos decirlo en presente) la capacidad de vivir con incertidumbre, la disposición a relaciones no manipulativas, el enraizamiento en formas de vida particulares, un trabajo en que se encuentre vocación, aceptación de la muerte.
De un listado como este se sigue, nota MacIntyre, una conclusión radical: gente que tuviera esos rasgos rechazaría involucrarse en actos manipulativos y de planificación burocrática como el diseño de sus propios hijos. En otras palabras, si diseñáramos hijos con los rasgos deseables para el presente, habríamos diseñado “descendientes cuyas virtudes serían tales que no estarían dispuestos a diseñar a sus propios descendientes”. Habríamos llevado a su ocaso un proyecto que revela nuestra carencia de esas mismas virtudes.
Valgan estas líneas como homenaje a un pensador que, según sugiere este argumento, nos seguirá hablando en las próximas décadas también desde sus textos menos conocidos.