Por una década el Frente Amplio denostó al país, sus logros y singularidades, para ahora sugerir que solo falta creerse el cuento.

“A Chile le falta creerse el cuento”, señaló esta semana la biministra Aysén Etcheverry, con ocasión de la firma de un convenio de colaboración científica. Siempre cabe conceder lo que hay de verdad en una afirmación como esa: la confianza en las propias capacidades –individuales o de un país– no es irrelevante para la consecución de las propias metas. Más importante en este caso, sin embargo, es lo que su afirmación revela sobre los años del Frente Amplio en el gobierno. Porque su discurso muestra una singular perseverancia en el diagnóstico original de la nueva izquierda, pero además oculta así los severos problemas de gestión que han afectado a tantas áreas del Estado.
“Gestión”. Con esa sola palabra el Presidente Boric compartía en su cuenta de twitter la frase que hemos citado de la ministra. Ambos –ministra y presidente– parecen así ignorar que mientras se firma tales convenios un enorme número de académicos del país siguen esperando que se les transfiera los recursos que se han adjudicado para sus proyectos de investigación. Dependiendo del área, eso significa tener los proyectos detenidos y los grupos de trabajo en suspenso. Se trata además de un ministerio relativamente nuevo cuyo rumbo se está por tanto definiendo, y año a año ha crecido una burocracia kafkiana a la hora de rendir fondos. Si algo falta es precisamente gestión. Pero no es lo único que falta. También falta eso que compete especialmente a los políticos: el uso de la palabra. A pesar del carácter público del problema, no se ha oído de la ministra palabra alguna sobre este asunto. Y esto que ocurre con la ciencia es sintomático de un patrón más general: es una pequeña miniatura de lo que se replica en muchas reparticiones públicas, tocando a ciudadanos harto más vulnerables que los académicos.
Pero las palabras de la ministra nos recuerdan también el tipo de diagnóstico y de proyecto que ha servido de trasfondo para tal gestión. Por una década el Frente Amplio denostó al país, sus logros y singularidades, para ahora sugerir que solo falta creerse el cuento. Contrariamente a lo que suele pensarse, sugerencias como esta no significan que el diagnóstico inicial haya sido abandonado. La retórica dominante sigue siendo la denuncia de una economía extractivista, y la superación de esta tiene la integración regional por instrumento principal. Ya no se trata de soberanía alimentaria, pero sí de soberanía tecnológica. Para eso se debe configurar “un bloque de países con intereses comunes” y así “cambiar la historia”. Es la versión tecnofuturista del diagnóstico con que se han desplegado por años. Palabras grandilocuentes que tapan falencias elementales. Un cuento que con razón ya pocos creen.