Opinión
Boric y el aborto

Este cuadro —reconocer la dignidad del no nacido en cuanto padre y negarla en cuanto primera autoridad del país— levanta una serie de interrogantes y, por tanto, exige un diálogo racional fundado en argumentos. Después de todo, ¿qué determina el valor de los niños y niñas que están por nacer? ¿Acaso son dignos de ser amados sólo por ser deseados o reconocidos por parte de terceros?

Boric y el aborto

La ministra Orellana confirmó la decisión del gobierno de presentar un proyecto de ley que permita consagrar el “aborto sin causales”. En una primera lectura, el anuncio no debería sorprender a nadie. Por un lado, el progresismo recurre con frecuencia a este tipo de iniciativas —de dudosa eficacia hoy— para dividir a la oposición e intentar desviar el foco del debate público: mejor discutir sobre aborto que respecto de Pro-Cultura, licencias falsas y un largo etcétera. Por otro lado, el oficialismo aquí nunca ha ocultado su agenda. Al ingresar este proyecto La Moneda reivindica una consigna de campaña reiterada, sin ir más lejos, en diciembre pasado. 

Las cosas se complican, sin embargo, al notar que por esos mismos días de diciembre el presidente Boric celebraba pública y afectuosamente la llegada de su hijo en gestación. Al difundir su paternidad, el mandatario concluyó su posteo en redes sociales diciendo "te amamos". Aunque desde luego la noticia generó celebraciones y parabienes, algunas voces opositoras advirtieron la inconsistencia involucrada e invitaron a una "reflexión más profunda" a la alianza de gobierno, considerando su cruzada en favor del "aborto libre". Ante ello Boric respondió con rapidez —como suele hacer en las redes— que "las mujeres tienen derecho a decidir y que el aborto debiera ser una opción segura y legal".

Este cuadro —reconocer la dignidad del no nacido en cuanto padre y negarla en cuanto primera autoridad del país— levanta una serie de interrogantes y, por tanto, exige un diálogo racional fundado en argumentos. Después de todo, ¿qué determina el valor de los niños y niñas que están por nacer? ¿Acaso son dignos de ser amados sólo por ser deseados o reconocidos por parte de terceros? ¿Su humanidad deriva de aquel hecho o de la voluntad de sus padres? Si no existe ni lo uno ni lo otro, ¿se legitima su eliminación deliberada sin justificación de causa? ¿Cómo explicar la insistencia del progresismo en orden a que los niños pequeños sean tan autónomos como resulte posible y, en paralelo, promueva un trato estrictamente inhumano para los no nacidos? ¿Cómo respaldar desde esta base filosófica, si cabe llamarla así, las obligaciones de cuidado acerca de menores e infantes? ¿Cómo construir una sociedad más justa y solidaria a partir de este curioso individualismo afectivo?

Vale decir, en todo caso, que el problema excede esta coyuntura. El destacado filósofo moral Alasdair MacIntyre, recién fallecido, denunció críticamente la “compartimentación” del mundo contemporáneo, en virtud del cual cada ámbito social tiene su conjunto aislado de normas y valores, alcanzando contradicciones sorprendentes incluso en una misma persona. Gabriel Boric no es la excepción.

También te puede interesar:
Flecha izquierda
Flecha izquierda