Opinión
¿Alemania sin alternativa?

En algún sentido Alemania conserva así su estado actual: sin el partido de la pretendida Alternativa en el gobierno, pero sin mucha alternativa al status quo cultural y migratorio.

¿Alemania sin alternativa?

Alice Weidel, presidenta de Alternativa para Alemania (AfD), no es la prototípica dirigente de un partido de extrema derecha. Convive con otra mujer, originaria de Sri Lanka, y no en Alemania sino en Suiza. Su partido no es, de hecho, un partido conservador, salvo por lo que se refiere a la cuestión migratoria. Ese es, sin duda alguna, su gran fuerte. Pero entre los nacionalpopulismos europeos destaca también por haber sido de los partidos más favorables a Putín (algunos de esos partidos no lo son en absoluto). Sobran las razones para distinguir entre estos distintos movimientos europeos en lugar de ponerlos todos bajo la etiqueta de la “ultra”. Pero sobran también las razones para ser crítico del AfD. La gran pregunta es si acaso sus críticos, del lado que sean, deben respirar aliviados tras la elección de ayer.

La respuesta a esa pregunta parece más bien negativa. Por lo pronto, porque el AfD duplicó su votación respecto de las elecciones del 2021 (que a su vez doblaba al 2013), pasando de 9,7% a 20,6%. En Alemania el “cerco sanitario” al menos suele ser ecuánime, en cuanto ha excluido también a los partidos de extrema izquierda (no se forma coalición con quienes gobernaban la RDA). Pero su resultado, no hay que engañarse, es este. El que así lo desee podrá respirar con alivio porque 20% es solo uno de cada cinco habitantes, pero ¿quién hubiera imaginado estas cifras cuatro años atrás? ¿Y qué decir de su crecimiento en votantes jóvenes? ¿O de los 1.800.000 votantes primerizos que sumaron? ¿Y de su triunfo colosal en Alemania oriental (en amplias zonas pasa el 40%)? No hay razón alguna para imaginar que su 20% sea un tope, y sin cambios muy profundos lo natural es pensar que su crecimiento continuará.

Y la pregunta obvia es si acaso tales cambios podrán tener lugar. Ha sido un resonante triunfo de la centroderecha, pero con el AfD marginado Alemania tendrá una nueva alianza de partidos de centroderecha y centroizquierda. Es el triunfo de la moderación, si se quiere imaginarlo así, pero también la perpetuación del ecosistema que ha regido bajo la “gran coalición” formada el 2005. Y eso bien puede significar una continuada parálisis, con un descontento que solo puede ser capitalizado por partidos como el AfD (y otros por la izquierda). Ahora bien, Merz no es Merkel, y bien podría imprimir un nuevo rumbo a la CDU. Pero las posibilidades de que oriente de manera distinta a todo un gobierno obviamente se difuminan en ese tipo de coalición. En algún sentido Alemania conserva así su estado actual: sin el partido de la pretendida Alternativa en el gobierno, pero sin mucha alternativa al status quo cultural y migratorio. ¿Un escenario sostenible en el tiempo?

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